viernes, 2 de agosto de 2013

El Cuento de la Princesa y el Plebeyo

Érase una vez una Princesa que se había casado con un plebeyo muy, muy, muuuy alto y que habían tenido uno, dos, tres,.... muuuuuchos hijos. Vivían felices, pero la supuesta codicia del plebeyo y la presunta codicia de la Princesa por tener muuuuuuchas monedas y europapelitos se extendió por todo el Reino. Al Plebeyo, por tener sangre rojita y malos amiguitos de compañía, junto a la evidencia de su rastro fue juzgado. En cambio a la Princesita, a la cual el populacho también quería juzgar por lo mismo que a su marido, no se pudo. Su papá Rey se enfadó mucho, mucho y le dijo a la Casa de Finanzas donde hacía que trabajaba su hijita, que tenían que llevarla a otro Reino.

Pero resulta, que el lugar donde la Casa de Finanzas envió a la Princesita "casualmente" era el destino preferido de los bandidos y malandrines de todos los reinos. Así el plebeyo que estaba siendo juzgado podría visitar a la Princesita y a su manada de delfines, limpiando el presunto, posible y previsible rastro de moneditas y europapelitos en el Reino donde los bandidos y malandrines esconden sus botines.

Colorín colorado este cuento está cagado.

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